Antes de nada, decir que estos comentarios no pretenden ser una crítica literaria sino unas reflexiones sobre el principal tema del libro titulado «El cofre de nadie» (Chiki Fabregat), la construcción de una identidad en torno a la búsqueda de los orígenes de la protagonista, Nadia, y cómo esto afecta su autoestima y relaciones familiares y afectivas. Y ojo, que destripo el libro. O como se dice ahora: atención spoiler.

Portada de «EL cofre de Nadie», de Chiki Fabregat

 

Quien lee el libro entiende y siente que Nadia tiene un malestar grande. Cada vez que traga saliva, sufre con ella. Normal, le han mentido desde que era pequeña, entendiendo que era demasiado pronto para saber la verdad: su madre tuvo que abandonarla para evitar una costumbre de su pueblo (una aldea de Kenia) que consiste en matar a uno de los mellizos cuando se da un parto gemelar. Entones, un médico que trabaja allí se la lleva saltándose los protocolos de adopción (es decir, de forma ilegal). La historia va acumulando tensión hasta que finalmente Nadia conoce la verdad, que su madre se la entregó a su padre adoptivo para que la salvara de una muerte atroz.

Imagino el debate que se pueda dar en el aula una vez leído el libro, o las sensaciones despertadas en una persona adoptada y creo que la elección de elementos y acontecimientos no ayudan a la autoestima de jóvenes adoptados, sino que más bien es complaciente con las personas adultas que crían a niños no blancos por las siguientes razones:

Una vez Nadia conoce la verdad, regala ese cofre, lo único que tiene de su madre, quien le salvó la vida, porque entiende que es “de nadie”, no es de ella. ¿Por qué no llenar eso de tesoros que lleven a conocer a esa mujer valiente que se enfrentó a su comunidad? Al final está renegando de unos orígenes . No seré yo quien le diga a Nadia lo que tiene que hacer con su cofre, pero qué pena que no sirva, precisamente, de puente para entender muchas cosas , que sin duda la van a ayudar a construir esa identidad que ahora está totalmente desarraigada.

– Una adopción ilegal es cuestionable y la única persona que lo cuestiona es un personaje celoso, mezquino, que pretende fastidiar. ¿Por qué? Hasta Nadia se plantea que su padre no hizo bien. Aquí se refuerza la idea de salvación, cuando la adopción internacional tiene muchos otros aspectos de los que hablar, algunos de ellos muy espinosos. Sin embargo, con esta historia, el posible debate llega a un punto muerto porque “bueno, ¿pero le salva la vida sí o no? Muchas personas adoptadas hablan del peso que sienten por parte de sus familias adoptivas en ese sentido.

-La mejor amiga de Nadia invalida su rabia, la llama “reina del drama” y se compara con su situación (su padre no le hace caso). Que es una desgracia tener un padre que no te hace caso es real, pero el drama no es comparable. Si bien es una situación real, las personas blancas tendemos a censurar la rabia de quienes, por ejemplo, sufren racismo, creo que hubiera estado bien que de alguna forma, Nadia quedara más reforzada en ese sentido frente a quien lee.

Sin querer quitar mérito a cómo está escrito el libro, premiado por su calidad, creo que el contenido no tiene la perspectiva adecuada si lo que se pretende es ofrecer historias que aborden temas complejos con la profundidad que se merece, y sobre todo, darle a adolescentes un lugar adecuado desde el cual debatir sobre temas de vital importancia para su autoestima e identidad.

Para debates de este tipo la obra «Enseñando a sentir. Repertorios éticos en la ficción infantil» (MAcarena GArcía González) me parece fundamental.